Diablo II se mantiene increíblemente bien. Claro, muchas de las mecánicas se perciben un poco anticuadas, y el aprendizaje de sus sistemas y la construcción de los personajes es más complicado de lo que cabría esperar, pero es que la complejidad, la variedad y el hecho de que la aleatoriedad se cuece en el juego en un nivel fundamental, y hacen que el juego acabe siendo gratificante y muy adictivo…
… Eso sí, lo bonito de Diablo II es que tu estrategia – la que sea – no va a funcionar en cada situación. Si te enfrentas a Diablo en sí mismo como un necro, por ejemplo, encontrarás con una dura batalla. Dispara a las olas de llamas que pueden fulminar a todos sus personajes secundarios casi al instante. Necesitarás encontrar la manera de detenerlo (daños en frío y decrepitación) y tiro de enfoque (golem!), mientras que tratas de hacer daño, asegúrate de tener un portal abierto hacia la ciudad para que puedas volver a la lucha y tu cadáver cuando – inevitablemente – mueras.
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